El gobierno chileno de Gabriel Boric es realista sobre sus perspectivas en las elecciones del domingo, cuando 15,1 millones de personas votarán para elegir a los 50 concejales que redactarán un nuevo proyecto de constitución. La Constitución actual fue redactada a puerta cerrada durante la dictadura de Augusto Pinochet. El año pasado, una Convención Constitucional propuso una nueva carta progresista, enfatizando la igualdad de género, las cuestiones ambientales y el reconocimiento de los pueblos indígenas. Pero no logró obtener apoyo, ya que el 62% de los votantes votaron en contra en el plebiscito nacional de septiembre.
A diferencia de la ocasión en que el gobierno de izquierda apoyó abiertamente la aprobación del documento, esta vez decidió mantener una distancia estratégica de la votación. El objetivo de esta medida es evitar que la votación del domingo sea percibida como un referéndum sobre el Gobierno, cuyo índice de popularidad se estanca en torno al 30%. No obstante, la extrema derecha y la derecha tradicional deberían obtener la mayoría de escaños en el Consejo Constitucional.
Más de 350 candidatos compiten el domingo. Estos se dividen en cinco grupos políticos diferentes. Pero la alianza que conforma el gobierno chileno compite en dos coaliciones distintas: Unidad por Chile, que está integrada por el partido Convergencia Social de Boric, el Partido Comunista, el Frente Amplio (FA), el Partido Socialista y el Partido Liberal; y Todos por Chile, integrado por el Partido Por la Democracia (PPD), el Partido Radical y el Partido Demócrata Cristiano (PDC), este último no forma parte del gobierno.
El gobierno chileno está preocupado por el resultado de la votación del domingo, dado que se presenta en dos grupos separados. Según el analista Pepe Auth, se espera que Unidad por Chile ocupe el segundo lugar detrás de la coalición de derecha Chile Seguro. Este resultado le permitiría obtener entre 14 y 15 escaños en el Consejo Constitucional. Pero también es posible que el resultado acumulado de las dos coaliciones progubernamentales sea inferior a 21 escaños, el mínimo necesario para tener derecho de veto sobre el órgano que redactará la nueva Constitución.
El gobierno chileno estima que Unidad por Chile obtendrá el 38% de los votos el domingo, el mismo porcentaje que votó para aprobar la Constitución progresista en septiembre. Eso le daría 19 escaños en el consejo, todavía dos menos de los 21 que necesita. Pero no cree que lograr este resultado sea imposible.
Desafío para la izquierda
“Todo indica que las elecciones del 7 de mayo no cambiarán favorablemente la situación del gobierno de Boric. Además, su resultado, dada la situación actual del país a nivel económico, político y social, corre el riesgo de ser insuficiente”, estima Ernesto Ottone, ensayista de centroizquierda, quien subraya que el gobierno está dividido entre los moderados del Frente Amplio y los los del Partido Socialista y el Partido Comunista. “Esto probablemente causará un gran revuelo entre las fuerzas que lo apoyan, que no constituyen una fuerza de izquierda, sino más bien dos orientaciones, dos izquierdas. Esto agravaría sus diferencias en función de la lectura de los resultados electorales.
Para Ottone, “el resultado no será bueno para ninguno de ellos, pero el que salga mejor se lo agradecerá mucho”.
El ministro chileno, Álvaro Elizalde, dijo que cualquiera que sea el resultado, el gobierno continuará sus esfuerzos de diálogo con las distintas fuerzas políticas. El año pasado, La Moneda -sede del gobierno- tardó en reconocer que el nuevo proyecto de Constitución no sería aprobado en el plebiscito. Esta sonada derrota fue un duro golpe para el gobierno, que se encontró en una especie de vacío de poder, sin poder moverse ni hablar.
Es por eso que Elizalde intenta separar el resultado de la votación del domingo del futuro de la actual administración. “El gobierno tiene un mandato claro para resolver problemas anteriores, como presiones inflacionarias y preocupaciones de seguridad, así como para avanzar en demandas como, por ejemplo, un programa de seguridad social a través de una reforma de las pensiones. Evidentemente, el ejecutivo seguirá trabajando en estos temas. Esto no va a cambiar”, declaró el martes el ministro.
Una Constitución que no une al pueblo
El gobierno no descarta sorpresas el domingo. A diferencia del plebiscito de septiembre, la votación del 7 de mayo es obligatoria. Esto significa que es probable que participen millones de personas que no siempre ejercen su derecho al voto. No está claro cuáles son sus preferencias. Además, esta vez no se pregunta a los votantes si aprueban o desaprueban un proyecto de Constitución. En cambio, se les pide que voten por candidatos de partidos políticos, lo que aumenta la incertidumbre. Aunque el clima es de apatía en el país, las autoridades electorales chilenas estiman que votarán más de 12 millones de personas.
La administración Boric tiene claro que es poco probable que el resultado de la votación sea una buena noticia para la izquierda o la coalición gobernante. Incluso se teme que el Partido Republicano, liderado por el ultraderechista José Antonio Kast, obtenga el mayor número de escaños en el Consejo Constitucional, por delante del tradicional grupo de derecha Chile Seguro.
Si esto sucediera, Chile Seguro podría decidir moverse más hacia la derecha. “Una de las razones del ascenso del Partido Republicano es que los votantes se están alejando del centroderecha. Dejó de representar a mucha gente y de ofrecer futuro. La moderación no es un objetivo en sí mismo. Esto no significa que no miremos el proyecto de Kast con una distancia crítica”, escribe Rodrigo Pérez de Arce, investigador del Instituto Chileno de Estudios de la Sociedad (IES).
Quoi qu’il en soit, le climat actuel au Chili est défavorable au gouvernement – en partie à cause de la défaite au plébiscite de septembre et en partie à cause de la crise sécuritaire que traverse le pays, qui affecte toujours ceux qui sont al poder. En este contexto, es posible que los dos grupos de derecha –Chile Seguro y el Partido Republicano– ganen tres quintas partes de los escaños del consejo, o 30 escaños. En esta situación, la derecha no tendría necesidad de negociar con la izquierda o el centro izquierda. De hecho, el bloque de derecha podría tener incluso más de 30 miembros, si tenemos en cuenta los escaños del populista Partido Popular.
Este es un panorama sombrío para el gobierno. El ejecutivo teme que el nuevo Consejo Constitucional, que se constituirá el 7 de junio, redactará una nueva carta idéntica o peor que la Constitución actual, y que luego será legitimada por un plebiscito que tendrá lugar en diciembre. Si el nuevo proyecto de Constitución aún no ha sido aprobado, el gobierno no planea continuar sus esfuerzos para reemplazar el documento de la era Pinochet. La alternativa en este caso sería emprender sólo reformas parciales a través del Congreso.
Una nueva Constitución sería uno de los principales legados de la administración Boric, pero este objetivo está lejos de estar asegurado.
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