Fo el Durante cuatro años, los chilenos han participado en un raro experimento democrático. Dos veces se les pidió que votaran sobre una nueva constitución y dos veces rechazaron el producto propuesto. El debate comenzó en 2019, cuando violentas protestas contra la desigualdad sacudieron al país. Los políticos ofrecieron a los ciudadanos la oportunidad de elegir una asamblea encargada de redactar un nuevo contrato social. Pero la asamblea estaba dominada por la extrema izquierda y alienó a la mayoría de los votantes. En un referéndum celebrado en 2022, casi dos tercios de los chilenos votaron en contra de la carta. Luego, los políticos ofrecieron a los ciudadanos la oportunidad de elegir una asamblea para volver a probar suerte. Esta vez el partido estuvo dominado por la derecha. El 17 de diciembre, el 56% de los votantes rechazó el texto propuesto.

La reescritura constitucional estuvo marcada por una falta generalizada de interés y una creciente insatisfacción con la política. Según el encuestador Roberto Izikson de Cadem, la mayoría de los chilenos vieron el proceso de este año como una “pérdida de tiempo”. Desde 2019, las prioridades de los chilenos han pasado de las pensiones, la atención médica y la educación a la delincuencia, los problemas económicos y la inmigración. Mientras tanto, la impopular administración izquierdista de Gabriel Boric no ha logrado impulsar reformas serias mientras espera el resultado de los dos procesos constitucionales. Muchos chilenos están perdiendo la paciencia. Sólo el 52% de los encuestados cree que la democracia es la mejor forma de gobierno, frente al 64% en agosto de 2021.