Gabriel Boric estaba muy atrás cuando ingresó a la concurrida carrera presidencial de Chile el año pasado: apenas cumplió con el plazo para recolectar las firmas necesarias para registrar su candidatura. Pero se encontró a sí mismo obtener la mayor cantidad de votos para la jefatura de Estado en la historia de Chile, con base en su atractivo como un joven desvalido cuya política prioriza la justicia social, el consenso y el servicio público.
Nacido en el extremo sur del país, Boric se desempeñó como presidente de la federación de estudiantes de la Universidad de Chile, donde ayudó a liderar protestas por una mejor educación antes de ascender a la cámara baja del congreso de Chile. Los reveses en los primeros meses en el cargo de Boric (su mandato comenzó en marzo) han sacudido sus niveles de aprobación. Una nueva constitución que respaldó fue rechazada en un referéndum en septiembre, después de que los votantes dijeran que iba demasiado lejos en áreas como la autonomía de las comunidades indígenas. En un discurso más tarde ese mes ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Boric dijo entre fuertes aplausos que los resultados lo habían conmovido y que el mundo tenía que lidiar con el malestar social. La constitución actual es un vestigio de la dictadura militar de 1973-1990 y muchos la consideran ilegítima. Los chilenos quieren una carta diseñada e implementada en una democracia, y para contener el descontento que estalló en protestas a nivel nacional por la desigualdad y los servicios gubernamentales deficientes en 2019.
“Amante de la cultura pop. Fanático del tocino. Escritor sutilmente encantador. Amigo de los animales en todas partes”.