Las alianzas público-privadas han sido durante mucho tiempo una opción de los gobiernos latinoamericanos para satisfacer las necesidades de los ciudadanos, sin poner en peligro la solvencia de las arcas públicas. Sin embargo, el listón es cada vez más alto para la adjudicación de este tipo de contratos o concesiones, ya que ahora la región exige en general la inclusión de grupos y minorías vulnerables, así como transparencia en el proceso para evitar la corrupción o la evasión fiscal. Especialistas del sector de infraestructura -reunidos esta semana en la República de Panamá- coincidieron, en el marco del foro PPP Américas 2023, organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Para que América Latina satisfaga sus necesidades de infraestructura, se necesitaría una inversión promedio de $ 200 mil millones por año, para que los gobiernos puedan asociarse con el sector privado para financiar obras críticas. A través de asociaciones público-privadas, un gobierno puede contratar a una empresa para construir un proyecto o brindar un servicio, asegurando su experiencia y mano de obra. Esto genera ingresos para el sector privado, sin comprometer la solvencia de las arcas públicas.
En su discurso de bienvenida al Foro PPP (Asociación Público-Privada) de las Américas, el vicepresidente ejecutivo del BID, Jordan Schwartz, señaló que por cada dólar invertido en infraestructura resiliente y sostenible, se generan cuatro dólares en beneficios económicos.
“Eso no significa que el [public-private partnership] es la única respuesta para resolver todas las necesidades de inversión, pero es una pieza importante del rompecabezas”, señaló Schwartz, frente a unos 250 asistentes en la capital panameña. “Reconocemos que todavía hay áreas que [are skeptical] en alianzas público-privadas, por lo que estamos trabajando para fortalecer los marcos regulatorios institucionales y [clarify infrastructure goals]Schwartz también informó que en 2022, el BID aprobó más de US$3.000 millones en proyectos de infraestructura en América Latina, mientras que su brazo privado, BID Invest, financió US$1.250 millones en proyectos.
“En Costa Rica todavía hay resistencia a [giving out these] concesiones”, dijo Dahianna Marín, del Consejo Nacional de Concesiones del país centroamericano, durante un panel donde compartió escenario con sus pares de Chile y Paraguay. “Tenemos que reconsiderar [this kind of partnership] como beneficiosa para nuestro país. Explicó que en el caso de un proyecto público-privado en particular, hubo una resistencia significativa por parte de la población local. También compartió cómo, debido al descontento de las comunidades locales, el país no pudo construir una carretera que conectara la región central con el oeste.
“Han pasado diez años, todavía no tenemos una solución para la autopista”, lamenta Marín. “Creo que es importante indicar que… no se han tenido en cuenta ciertos factores sociales [in the process]. Esto ha provocado retrasos y, como suele decirse, las obras públicas inacabadas son las más caras.
Los especialistas que participaron en los distintos paneles también coincidieron en que las administraciones públicas deben incluir a las minorías y poblaciones vulnerables desde el inicio de los proyectos. Juanita Merchán –trabajadora social del hospital privado de Bosa en Colombia– propuso un diseño de proyecto que parte de las necesidades de las comunidades, para que sean incluidas desde el inicio.
“Necesitamos inversión privada, claro que la tenemos… pero ¿para qué? preguntó Merchán durante su panel. “Me parece muy importante pedir una reflexión: ¿cómo vemos, como instituciones, como individuos, [the notion of] ¿inclusión? Muchas veces nos presentamos diciendo “pensemos en los niños pobres, por favor pensemos en la población negra, la comunidad LGBTQ, la comunidad aborigen, incluyámoslos”. Pero más allá de incluir a las comunidades, necesitamos sentarnos a conversar con ellas sobre sus territorios”, dice Merchán.
El año pasado, por primera vez en su historia, BID Invest retiró los fondos para dos centrales hidroeléctricas en Guatemala, presionado por grupos mayas, que afirmaban no haber sido consultados por las autoridades. Luego de que las comunidades indígenas exigieran el cese de los proyectos hidroeléctricos, el banco pagó su deuda con la constructora.
Este año, el BID ha identificado seis temas bajo los cuales se deben construir proyectos de infraestructura, susceptibles de ser financiados por alianzas público-privadas: clima o inversión sostenible, transformación digital, mejora de la logística, generación de empleo, promoción de la inclusión y medición del impacto social. A diferencia de la inversión puramente privada, las alianzas entre gobiernos y empresas deben medir su desempeño, para rendir cuentas a la población. Deben generar datos y desarrollar mejores prácticas.
“En el caso de Chile, se da otra dimensión de evaluación”, señala Juan Eduardo Chakiel, jefe de análisis financiero del Departamento de Concesiones del país sudamericano. “Es bueno y saludable, porque permite que un proyecto de asociación público-privada sea no sólo el proyecto de un ministerio, sino el proyecto de un país.
Si bien el Ministerio de Obras Públicas de Chile es la institución que prepara y estructura los proyectos de infraestructura, reconoce Chekel, el Ministerio de Hacienda participa en la aprobación de las ofertas, con base en una evaluación de los impactos fiscales. “Es cuestión de ver cuáles son los impactos fiscales de este proyecto, porque [when] hay becas otorgadas [to private firms], por ejemplo, afectará a la cartera de Hacienda. Y, de esta manera, [we ensure that] las concesiones no se convierten en un sistema para eludir las restricciones presupuestarias.
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