La juventud chilena tiene mucho que decir sobre los difíciles temas del pasado

¿Cuál es el aporte que la educación para la ciudadanía y la enseñanza sobre pasados ​​difíciles aporta a la vida de los estudiantes en situación de vulnerabilidad? ¿Qué te gustaría que tus alumnos aprendieran y aplicaran con este tipo de contenidos?

La historia nos enseña que las democracias son frágiles y sólo pueden mantenerse vivas mediante la participación activa, reflexiva y responsable de sus ciudadanos. En un mundo cada vez más polarizado, es más importante que nunca que los estudiantes comprendan y adopten valores que son fundamentales para defender los ideales democráticos de justicia, libertad, igualdad, respeto y tolerancia entre las personas.

Creo que hoy el replanteamiento que debe tener todo el sistema educativo está en cómo preparamos a los estudiantes para que se conviertan en participantes activos y reflexivos de la sociedad, que puedan marcar una diferencia positiva en el mundo. Las escuelas, y especialmente las clases de historia, son microcosmos de la democracia, un espacio en el que los estudiantes desarrollan y fortalecen su formación ciudadana.

Historia y educación para la ciudadanía van de la mano. Hoy, con los múltiples problemas globales, debemos formar estudiantes con la capacidad y voluntad de comprender y actuar como ciudadanos integrales frente a temas de importancia global, como las crisis humanitarias, la desigualdad, la crisis climática, los discursos de odio, etcétera. Para ello, necesitan desarrollar habilidades como el pensamiento crítico, la autoconciencia, la apreciación de la diferencia, la flexibilidad, la curiosidad, la comunicación; valores como la empatía, la solidaridad y la humildad; y la capacidad de evaluar la información y la alfabetización digital, entre otros.

Cuando desarrollamos estas competencias en contextos de alta vulnerabilidad, permitimos que estudiantes que han sido históricamente excluidos, formen y expresen una voz sobre lo que está pasando, lo que ha pasado y el futuro que sueñan crear. Y para ello, debemos lograr que la clase de historia sea un espacio que forme ciudadanos que sientan que tienen algo importante que aportar y que sus voces merecen ser escuchadas.

Joan Monedero

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