Los niños víctimas son las voces olvidadas de Chile durante la dictadura de Pinochet de 1973 a 1990

SANTIAGO, Chile (AP) — Yelena Monroy tenía tres años cuando estuvo encarcelada durante más de un año con su hermana menor y su madre, una activista socialista perseguida por el régimen de General Augusto Pinochet después de llegar al poder en Chile mediante un golpe militar en septiembre de 1973.

“Teníamos miedo, estábamos llorando”, recuerda Monroy, ahora ingeniero comercial de 53 años y uno de los más de 1.000 niños y adolescentes detenidos en nombre de la lucha contra el comunismo y la guerrilla de izquierda durante la dictadura militar de Chile desde 1973 a 1990.

Cuando Pinochet asumió el poder, la mayoría de edad en Chile se fijó en 21 años. Pero ser menor de edad no constituye protección contra la represión de la dictadura. Se ha detenido, torturado, asesinado e incluso utilizado como señuelo para detener a sus padres.

Le traumatisme de cette période a rendu de nombreuses jeunes victimes du régime militaire réticentes à s’exprimer, et le processus de poursuite des crimes de cette époque et d’octroi de réparations n’a généralement fait aucune distinction entre les victimes en fonction de leur edad. Así, los niños víctimas de la era Pinochet no han tenido mucha visibilidad, mientras que los menores representan casi el 10% de las muertes atribuidas al régimen.

“No los clasificamos por edades porque todos sufrieron”, dijo a Associated Press Gaby Rivera, presidenta de la Asociación Chilena de Familiares de Detenidos Desaparecidos.

Sin embargo, cifras de la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura muestran que el régimen de Pinochet detuvo a 1.132 menores de 18 años. De ellos, 88 eran menores de 13 años y 102 fueron arrestados con sus padres o nacieron en prisión.

Unos 307 niños menores de 18 años fueron asesinados durante ese período, según la revisión de documentos de la ONU por parte de grupos de derechos humanos. Comisión Nacional de la Verdad y la Reconciliación. En total, unas 3.200 personas fueron asesinadas o desaparecidas durante la dictadura y se consideran muertas.

El Estadio Nacional de Chile en la capital del país se ha convertido en el centro de detención más grande del gobierno militar. Fue allí donde arrestaron –y golpearon– a Roberto Vásquez Llantén, cuando tenía 17 años, por ser un activista activo del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

Había estado escondido desde el inicio del golpe, pero fue arrestado el 15 de enero de 1974. Vásquez Llantén, ahora de 67 años, pasó un año en el campo de prisioneros de Chacabuco, en el desierto de Atacama, con otros 16 menores. No había electricidad ni agua caliente, recuerda. Había minas terrestres fuera del alambre de púas para mantener a los prisioneros a raya, mientras los guardias observaban desde las torres.

Si los menores tenían importancia política, eran detenidos del mismo modo que los adultos. Pero también fueron utilizados como señuelo para atrapar y detener a sus padres.

Las hermanas Fernández Montenegro fueron encarceladas en febrero de 1974 cuando eran adolescentes.

Viviana, de 14 años, y Morelia, de 17, fueron acusadas de guerra de guerrillas en el puerto chileno de Valparaíso donde vivían, a unos 120 kilómetros al noroeste de la capital. Su madre fue arrestada y liberada después de 24 horas. Toda la familia, excepto el padre, eran comunistas activos.

Las hermanas fueron detenidas juntas por primera vez en el cuartel naval Silva Palma, en una de las muchas colinas habitadas de Valparaíso.

“Yo estaba en una celda, con una sudadera con capucha, mientras unos tipos me ponían cables eléctricos en los dedos, gritaban y gritaban maldiciones y amenazas”, exigiendo saber dónde estaban las armas, dijo Viviana Fernández.

“Lo único que hice fue llorar y llorar… Tenía mucho miedo, mucho miedo”, dijo.

Fernández, que ahora tiene 64 años, y Yelena Monroy son miembros de la Asociación de Ex Menores Víctimas de Prisión Política y Tortura, creada hace nueve años en parte para crear conciencia sobre la difícil situación de los niños y adolescentes bajo la dictadura.

Fernández, quien es su portavoz, dice que la organización tiene alrededor de 100 miembros, pero cree que son muchos más y muchos todavía tienen miedo de hablar de lo que les pasó durante esos años.

Muchos otros mineros de esta época no vivieron para contar sus historias.

José Gregorio Saavedra González, activista del Movimiento Revolucionario de Izquierda, fue ejecutado a los 18 años por militares en Calama, al norte del país, junto con otros 25 presos políticos, el 19 de octubre de 1973. Era uno de los desaparecidos que , años después, fueron encontrados e identificados.

“Nos dieron un pedacito de un dedo en una cajita, y un pedacito de lo que me imagino que era un dientecito”, recuerda su hermana, Ángela Saavedra, de 81 años.

Monroy y Fernández critican al gobierno chileno por no reconocer plenamente las violaciones pasadas de los derechos humanos de los niños.

“Hemos sido totalmente olvidados por el Estado, está muy endeudado”, afirmó Fernández.

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Eulália Castellon

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