Huelga en la mina de cobre más grande del mundo expone al gobierno de Boric y al aparato sindical en Chile

En el norte de Chile, los trabajadores de Escondida, la mina de cobre más grande del mundo, se declararon en huelga el martes después de que fracasaran las negociaciones contractuales con el accionista mayoritario BHP, un conglomerado con sede en Australia.

Mineros en la mina Escondida, Chile [Photo by Duratray / CC BY-SA 4.0]

Escondida produce el 5,4 por ciento de la producción mundial de cobre y representa el 2,5 por ciento de la economía chilena.

Los mineros votaron el 99,7% a favor de la huelga, oponiéndose a las amenazas de ampliar la jornada laboral, acelerar el trabajo y la pérdida de prestaciones médicas y de alimentación. Entre sus demandas se incluyen mayores tiempos de descanso, acceso efectivo a salas de lactancia, ajustes a los bonos variables y un bono de firma de $36.000. Rechazaron la oferta de un aumento salarial real del 2 por ciento sobre el salario base, que hoy oscila entre 1.000 y 2.250 dólares al mes.

Otra gran preocupación para los mineros son los crecientes despidos relacionados con la automatización y la subcontratación. Esta pregunta revela el papel desempeñado por el sindicato, que ha renunciado a oponerse al “derecho” de la empresa a despedir a los trabajadores a voluntad. En cambio, simplemente requiere un recurso provisional: todos los años trabajados deben computarse para la indemnización por despido, no sólo el máximo de 11 años según la ley chilena.

Las huelgas en la mina en 2006, 2007 y 2011, así como una huelga de hambre en 2015, no lograron resolver los problemas de despidos constantes, condiciones laborales inseguras, falta de personal y exceso de trabajo.

El sindicato, descrito por un trabajador de Escondida al WSWS en 2018 como un “sindicato de papel” no electo, ha utilizado repetidamente estas huelgas limitadas como válvula de seguridad para reprimir la oposición e imponer contratos a precios reducidos.

La principal central sindical de Chile, la CUT, hizo una vacía declaración de solidaridad sin movilizar sus fuerzas, mostrando claramente que ni el sindicato Escondida ni la CUT están dispuestos a liderar una lucha real para garantizar los intereses de los mineros. Una lucha así pondría en peligro su cómoda posición en la mesa de negociaciones con las empresas y expondría aún más a sus aliados políticos en el gobierno del presidente Gabriel Boric.

Alisa Garces

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