Un exguerrillero toma el poder en Colombia el domingo como el primer presidente de izquierda del país. Gustavo Petro es parte de una tendencia: cinco de las seis economías más grandes de América Latina ahora serán lideradas por la izquierda. Si las encuestas de opinión actuales se reflejan en las urnas, Brasil completará el pivote regional en octubre.
Desafíos formidables esperan a Petro y sus compañeros. Deben abordar algunas de las tasas de crecimiento económico más lentas del mundo, los altos niveles de corrupción, las desigualdades arraigadas, los servicios de salud y educación inadecuados y la infraestructura deficiente. Colombia enfrenta desafíos adicionales propios. Estos incluyen un proceso de paz vacilante con miles de ex insurgentes, una deforestación rampante en la Amazonía y una historia de malas relaciones con el régimen autoritario de Nicolás Maduro en Venezuela.
La experiencia de las almas gemelas ideológicas de Petro en Chile, Perú y Argentina ofrece lecciones útiles. La primera es evitar interpretar su reciente éxito electoral como un triunfo del socialismo o una invitación a repetir los fracasos de las políticas económicas centradas en el Estado de principios de la década de 2000. En lugar de votar por nuevas ideas, los latinoamericanos votaron en contra de los gobiernos vigentes.
La mayoría de los presidentes en ejercicio de la región han sido conservadores, por lo que un cambio de guardia significa inevitablemente un giro a la izquierda. No faltan motivos para el descontento: el nivel de vida está cayendo, el Estado no cumple sus promesas y las mejores oportunidades se reservan demasiado a menudo para unos pocos privilegiados. La pandemia ha exacerbado las tensiones sociales.
Como resultado, las lunas de miel presidenciales son cortas y las expectativas casi increíblemente altas. Los peligros para los nuevos líderes son obvios: los índices de popularidad de los presidentes de Chile y Perú se desplomaron en cuestión de meses porque decepcionaron a los votantes impacientes. En Argentina, los titulares que enfrentarán una paliza en las urnas el próximo año son de izquierda. A los votantes les importan los resultados, no la ideología.
Una segunda lección es que las coaliciones amplias son esenciales para lograr los cambios estructurales profundos que América Latina necesita en áreas como la reforma tributaria. El presidente chileno, Gabriel Boric, perdió rápidamente el apoyo después de buscar una nueva constitución divisiva y económicamente riesgosa. Hasta ahora, Petro ha mostrado un pragmatismo bienvenido, negociando el apoyo de todos los partidos en el Congreso y nombrando a un economista muy respetado, José Antonio Ocampo, como ministro de Hacienda.
Un crecimiento fuerte y sostenible también es esencial para la sociedad justa e inclusiva que Petro y sus pares prometen. Para garantizar este crecimiento, necesitamos una fuerza laboral educada, reglas estables para hacer negocios, tribunales eficientes y una infraestructura adecuada para el siglo XXI.
América Latina está bien posicionada para explotar oportunidades comerciales excepcionales. Debería explotar desde la “localización cercana” de la producción de China a países más cercanos a los Estados Unidos. Sus abundantes recursos naturales pueden ayudar a alimentar al mundo y acelerar la transición hacia la energía limpia.
Sin embargo, nada de esto sucederá sin políticas de apoyo. Con demasiada frecuencia en el pasado, los gobiernos de América Latina se han centrado en aumentar el gasto en lugar de la creación de riqueza, y en soluciones impulsadas por las elecciones, como beneficios sociales y una mayor factura salarial, en lugar de la prestación eficiente de servicios públicos de alta calidad.
Petro tiene la oportunidad de demostrar que puede hacerlo mejor. Según JPMorgan, se espera que la economía de Colombia crezca un 7,2% este año, por mucho el mejor de los principales países de la región. La prueba del éxito del nuevo presidente -y de sus pares regionales- no será el tamaño de sus programas sociales ni la cantidad de nombramientos políticamente simbólicos. Se tratará de lograr y mantener los niveles de crecimiento económico del Sudeste Asiático.
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