Estos “enclaves autoritarios” fomentaron la “política de los acuerdos”, la búsqueda de consenso entre el centro-derecha y el centro-izquierda que marcó la toma de decisiones post-Pinochet. Las reformas políticas no se resolvieron a través de deliberaciones, elecciones o debates partidistas, sino a través de negociaciones a puertas cerradas entre las élites políticas.Este sistema trajo estabilidad política, pero a costa de reformas socioeconómicas fundamentales y representatividad democrática.
Desde el final de la dictadura, los “enclaves autoritarios” de Pinochet han sido desmantelados paulatinamente. La constitución chilena fue enmendada fragmentariamente más de 30 veces, eliminando la mayor parte del legado legal de la dictadura: se abolieron las secciones más autoritarias de la constitución, se reformaron los poderes de los poderes del Estado y, finalmente, se eliminó el binomio (o binomio). reemplazado por un sistema de representación proporcional; lo que es más importante, los requisitos de mayoría calificada para la reforma constitucional permanecieron vigentes.
Aunque estas reformas cambiaron significativa y estructuralmente la forma de la constitución, se llevaron a cabo con una participación pública mínima y fueron el resultado de negociaciones de alto nivel entre la élite política tradicional. Como resultado, las instituciones políticas se mantuvieron más conservadoras que la sociedad chilena y las múltiples reformas socioeconómicas (incluidas las reformas tributarias, las reformas educativas, etc.) nunca abordaron por completo las quejas de muchas personas. Como era de esperar, por lo tanto, la constitución nunca ganó una legitimidad sustancial a los ojos del público. Muchos chilenos todavía consideran la constitución como la constitución de “Pinochet”.
El fracaso del intento de reforma constitucional de Bachelet
Desde 2006, el clima político se ha vuelto cada vez más opuesto a la tendencia de los políticos posteriores a Pinochet de favorecer la estabilidad política y el crecimiento económico a expensas de los conflictos distributivos y las demandas sociales. Antes de las elecciones presidenciales de 2013, un movimiento pidió a los votantes que marcaran sus boletas electorales con una “AC” (Assamblea Constituyente), señalando su demanda de que se invoque una asamblea constituyente fuera del marco institucional existente para redactar una nueva constitución. Aproximadamente 1 de cada 10 votantes marcó su voto en consecuencia.
La presidenta Michelle Bachelet ganó las elecciones y asumió el cargo en una coalición de izquierda llamada Nueva Mayoría, con la aspiración de atacar no sólo el modelo político-económico (por ejemplo a través de reformas fiscales y educativas), sino también los últimos vestigios del legado institucional de la dictadura. En 2015, Bachelet lanzó un proceso constitucional ambicioso, altamente participativo e inclusivo para reemplazar la constitución de 1980. Por primera vez, los ciudadanos chilenos se involucraron directamente en la reforma nacional a través de un proceso innovador, que incluyó reuniones de ciudadanos en todo el país a través de auto- asambleas locales organizadas llamadas “encuentros locales auto-convocados” o “cabildos”.
Sin embargo, el proceso chocó contra un muro con las costumbres políticas que habían marcado la política chilena desde su transición. Los políticos conservadores y de derecha en general dudaron de la necesidad de un cambio constitucional y señalaron que casi todos los “enclaves” de Pinochet habían sido erradicados. En ausencia de un acuerdo entre partidos sobre el mecanismo para el cambio constitucional (por ejemplo, a través de una asamblea constituyente o un parlamento), los políticos de centro-izquierda no vieron una oportunidad realista de saltar los obstáculos de las mayorías constitucionales. Finalmente, el impulso para el cambio constitucional se desvaneció cuando, a diferencia del inicio amplio y público del proceso, el texto final fue escrito a puerta cerrada. Los líderes políticos de todos los bandos se han sentido alienados, llamando al proceso parcial y “estafa”y muchos chilenos sintieron desanimado y decepcionado.
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